El BID analiza un «año de turbulencia» para el comercio exterior latinoamericano

Recientemente el Banco Interamericano de Desarrollo publicó la última edición de su Monitor de Comercio e Integración 2022: Shock tras shock: América Latina y el Caribe frente a las turbulencias del comercio mundial. Consultados por Movant Connection, Kathia Michalczewsky y Paolo Giordano, dos de sus autores, nos ayudan a repasar los puntos más relevantes del comercio exterior de la región enel presente año y sus expectativas para 2023.

¿Cómo definirían el año 2022 para el comercio exterior latinoamericano?

La mejor definición es probablemente: un año de turbulencia. Mientras que las ventas de servicios continuaron en un sólido sendero de recuperación con un crecimiento de 53,6% interanual en el primer trimestre de 2022, el valor de las exportaciones de bienes se desaceleró de 27,9% en 2021 a 20,6% interanual en el primer semestre de 2022, producto de una atenuación de los precios y una progresiva pérdida de vigor de los flujos reales. Es decir: mientras se iban disipando algunos efectos de la pandemia aparecieron nuevos shocks que afectaron el desempeño comercial, particularmente la invasión rusa en Ucrania, la política de COVID cero en China y la aceleración de la normalización de las políticas monetarias, que redundaron en la desaceleración del crecimiento global.

Tal como lo comentaron en la presentación del informe “Shock tras shock”, existen diversas realidades a lo largo y ancho de la región, ¿podrían identificar quienes fueron los países que más sufrieron y los que más se beneficiaron en su comercio exterior durante el año? 

Se distinguen claramente el desempeño de las economías sudamericanas donde la ralentización fue más marcada, de 36,2% en 2021 a 22,5% en el primer semestre de 2022, del de México y Centroamérica que mantuvieron o desaceleraron solo levemente la tasa de crecimiento de las exportaciones, de 18,6% a 18,8% y de 26,6% a 18,2%, respectivamente, en el mismo periodo. Un rasgo común es, sin embargo, el deterioro de los términos de intercambio debido al fuerte aumento de los precios de las importaciones, particularmente por los rubros de alimentos y energía, que determinaron una ampliación de los déficits comerciales o una reducción de los superávits.

¿Cuáles son, a su criterio, los aspectos diferenciales que ayudaron a marcar esta diferencia? 

En México y Centroamérica los volúmenes exportados se beneficiaron principalmente por la demanda de Estados Unidos que se mantuvo relativamente sólida. En contraste, en Sudamérica los envíos crecieron principalmente por el efecto de los precios y los flujos reales padecieron la inestabilidad de la demanda de China por la política de COVID cero. En cifras, durante 2021, el impulso de los volúmenes exportados provino de México (7,1%) y Centroamérica (19,3%) y lo mismo continuó en el primer semestre de 2022 (México: 9,1%). Contrariamente, en Sudamérica se observó una fuerte desaceleración: mientras que durante 2021 las cantidades exportadas subieron 3,5% en Brasil y 6,3% en el resto de Sudamérica, en el primer semestre de 2022, los flujos reales exportados por Brasil se incrementaron solo 1,0% y en el resto de Sudamérica 2,7%.

El mundo en líneas generales y también el comercio exterior están cambiando, ¿cuál sería el rol al que debería apuntar la región latinoamericana en este nuevo mapa internacional? 

De cara al futuro se perfila un entorno comercial internacional más inestable, fragmentado y regionalizado. En la última década, con contadas excepciones, los países de América Latina han perdido competitividad en el mercado global, en especial en los productos en los que tenemos ventajas comparativas y en los propios mercados regionales. Para poder continuar a crecer por medio del comercio internacional la región deberá priorizar y renovar el impulso a las políticas de apoyo a la competitividad externa y la integración regional.

¿Cuáles son las proyecciones que se manejan para la región en el 2023? 

Para el 2023 esperamos una ulterior desaceleración del comercio de bienes en un contexto de bajo crecimiento de la economía mundial, una contracción de los precios de los commodities y una atenuación de la fase expansiva de las exportaciones de servicios. Es decir que las economías latinoamericanas encararán vientos crecientemente adversos para el crecimiento basado en las exportaciones.

¿Sobre qué aspectos o variables deberían prestar especial atención los países de nuestra región? 

Simplificando, se pueden resumir las prioridades en tres órdenes. La primera es continuar a reducir los costos comerciales, por medio de reformas e inversiones que apunten a la promoción de las exportaciones, la atracción de las inversiones y la facilitación aduanera. La segunda es adaptar la oferta exportable a las tendencias emergentes. En particular, aprovechando el potencial de la digitalización e incorporando criterios de sostenibilidad ambiental que definirán cada día más la noción de competitividad. Tercero, cerrar la brecha de infraestructura con una visión regional. Esto se refiere no solamente a expansión de los corredores viales de integración, a la eficiencia y racionalización de puertos o aeropuertos, o a la modernización de los sistemas de logística. Sino también a todos los determinantes de la competitividad en las industrias de bienes y servicios del futuro que exigen inversiones en áreas tan variadas como la expansión de la banda ancha, la convergencia de la infraestructura regulatoria, los sistemas de pagos electrónicos transfronterizos o la cooperación en la extracción, transporte y procesamiento de los productos básicos cuya demanda es destinada a crecer a raíz de la transición de la matriz energética global.

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