Un nuevo informe de la FAO alerta a varios países de estas regiones ante el impacto que la falta de lluvias podría generar en su producción agropecuaria y, por ende, en su economía y seguridad alimentaria.
Luego de tres años, el panorama atmosférico mundial está cambiando, con el retiro de la denominada corriente de “La Niña” y la entrada de “El Niño”, el cual normalmente distribuye las pautas meteorológicas en sentido contrario.
Australia, Brasil y Sudáfrica, destacados productores y exportadores de cereales, se encuentran entre los países que corren riesgo de condiciones secas, al igual que otros muchos países de África central y occidental, Asia sudoriental y el Caribe.
Por otro lado, si bien esto supondría un alivio para los países que sufieron sequías durante este último periodo, los mismos corren el riesgo inverso, precipitaciones excesivas que afectarían a exportadores como la Argentina y los Estados Unidos de América, así como a los países de Asia central.
Los eventos de El Niño generalmente ocurren cada dos a siete años, con episodios de La Niña y condiciones neutrales llenando los años intermedios.
El episodio del Niño de los años 2015 y 2016, afectó a más de 60 millones de personas de unos 23 países dejando graves consecuencias económicas y sociales.
«África Meridional, América Central y el Caribe y partes de Asia son motivo de especial preocupación, ya que varios países de estas regiones ya se enfrentan a altos niveles de inseguridad alimentaria aguda y las temporadas agrícolas clave caen bajo los patrones climáticos típicos de El Niño de condiciones más secas», informa la FAO.
Ante esta amenaza, la FAO ha elaborado protocolos de acción preventiva ante la sequía en varios países alrededor del mundo y en América Central, y está dispuesta a actuar de forma temprana en coordinación con los gobiernos y los asociados en caso de que los pronósticos se materialicen.
En este sentido, se han creado procedimientos operativos estándar para agilizar intervenciones oportunas, como establecer almacenes de semillas comunitarios, determinar reservas alimentarias estratégicas y fortalecer campañas de vigilancia de la salud animal.